Mientras otras naciones enfrentan el desafío de prisiones superpobladas, los Países Bajos continúan clausurando sus centros penitenciarios debido a una constante disminución en el número de reclusos, ya que esta situación los ha llevado a arrendar celdas vacías a países como Noruega y Bélgica.

Un claro ejemplo es la prisión de Norgerhaven, en el norte, que actualmente alberga a 242 presos noruegos, ya que no hay suficientes internos holandeses para ocupar las instalaciones. El director del centro, Frank Hogterp, incluso bromea sobre la ausencia del idioma noruego mientras recorre los pasillos, notando la escasez de ocupantes.

En menos de diez años, la cantidad de presos bajó un 45 %, gracias a un sistema que prefiere la reinserción, castigos cortos y multas económicas, en lugar de largas penas de cárcel, dado que también influye que el país busca ahorrar dinero en el sistema penitenciario.

Hasta 2004, los Países Bajos tenían el mismo problema que muchos países europeos: muy pocas celdas para tantos presos, de acuerdo a los datos para 2005 fueron condenadas a la cárcel a 8.305 personas, ahora el enfoque cambió con respecto a los años anteriores, y desde entonces ya cerraron ocho cárceles y planean cerrar veinte más en los próximos años.

Distintos medios de comunicación concuerdan que el caso de los Países Bajos muestra que es posible reducir el número de presos sin aumentar el crimen, apostando por otro modelo de justicia, más centrado en reeducar que en castigar.